Se han perdido las veletas.
En los tejados mohosos ya
no giran los gallos negros.

Se han perdido las veletas.
Y el viento ya no juega con
sus manos a rozar su cresta.

¡Ay! Que románticas eran.
Tantos ojos las vieron,
y tantos otros las esperan.

Se han ido ya las veletas.
Han volado con sus alas
metálicas lejos de las azoteas.

Y que sensibles las vieras,
con su velo de aire claro,
y sus giros de marioneta.

Se han perdido las veletas.
Se las ha comido el mundo,
en su rápida y voraz carrera.