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En los cafés de la luna

Miguel F. Martín  [Editorial Atlantis – Madrid, abril 2011] Género Poesía

Prólogo de la Obra

A veces el silencio me interroga pidiendo un gesto que esparza el sentimiento que no pude expresar; el instante y la palabra no siempre van unidos. En la distancia, bien del tiempo o del espacio, todo se hace más diáfano y aquello que perdura con su resquemor, en la mente o en las entrañas, surge de su irrealidad hacía el camino de su liberación. Los versos se humedecen entonces con esa inquietud desbocada, con esa íntima presencia que los confiere, en una rítmica y trascendente oportunidad de ser capturados en su efímera existencia. La sinceridad del caos, del desencuentro, funda en ellos su lugar y el miedo a plasmar lo que se piensa, lo que adolece, lo que embarga o se presiente, crudamente, no tiene sentido allí. Son la expresión desnuda del alma, sin tapujos ni censores más allá de nuestro propio instinto. Cuando todo concluye solo un poso resta para el pasado, un residuo escrito que contiene la razón de uno mismo.

La tristeza, la soledad, el desasosiego, el desencanto, la monotonía, el amor, la hipocresía, la belleza, la esperanza, la rebeldía  y muchos otros sentimientos comunes que cruzan nuestras vidas a menudo, se singularizan al pie de la pluma que los hace indelebles, al tiempo que condensan la experiencia alongada del olvido. Los versos que así nacen, pienso, son como puertas que cierran un pasado, que atan la memoria al trazo para que se pueda afrontar, quizá con mejor predisposición, el destino. De tal forma quizá los versos leídos asemejen ventanas al universo de los otros y en la creencia desesperanzada de que nadie nos entiende, de que viajamos en mundos diferentes a nuestros semejantes, se abre un resquicio que vislumbra la misma experiencia, el mismo dolor o la misma inquietud piel adentro. ¿Qué sería de lo humano sin esas luces portentosas que nos desnudan frente a todo, que nos despojan de lo pactado y nos humillan a los pies de alguna verdad? Lo más perfecto es la imperfección de lo perfecto, esa fisura que abre la posibilidad al cambio, a la oportunidad de lo imprevisto. Y pienso que así es la naturaleza misma, un azar en sincronía, de todo y para todos, una ilusión de orden en el desorden más absoluto, un intento de buscar un por qué individual donde no existe lo perpetuo, donde solo habita lo imperfecto. Nada está exento de ese halo de irracionalidad, ni tan siquiera el alma profunda que se nos muestra como un laberinto ignoto de incertezas y vacios donde es posible desaparecer si uno se interna demasiado.

En los Cafés de la Luna se recogen poemas escritos con el tiempo, con la pausa necesaria para existir, para intuir y reflexionar sobre aspectos de la vida (Vidas de Náufrago), sobre el amor y el desamor (Amar Gravemente), sobre la ciudad y sus gentes (El ser de Piedra), sobre uno mismo (Laberinto Interior) o sobre la tierra y su naturaleza (Natural Presencia). Pasajes, todos ellos, divisibles para el orden de una obra, pero indivisibles para el ser. Los temas son simplemente el devenir de una voz necesitada de expresión, el impulso de un instante, siempre desde el monólogo de la soledad. Se entremezclan las emociones como se amalgama la existencia, con su incoherencia y su confusión, otras con su esperanzada luz.

El título, en si mismo, constituye un breve verso explicativo, pues mezcla dos elementos fundamentales en su creación; los cafés y la luna. Si bien es cierto que sus párrafos han sido escritos en diversos lugares y circunstancias, también lo sería decir que muchos pertenecen a la magia nocturna de los cafés, a esos rincones solitarios y en penumbra donde, anónimamente, mezclado entre la indiferencia de sus gentes, apartado en esencia de lo real, he sufrido el latigazo del instinto de escribir. Quizá sea esta la soledad más profunda, la que acaece rodeado de otras personas, aunque también sea la más inspiradora, porque pone de manifiesto el terrible aislamiento del ser humano; la creación la entiendo pues, como una senda para conectar con el mundo, para pertenecer a él, de alguna forma.

La luna, por otro lado, es uno de los elementos poéticos por antonomasia, una musa perpetua que nos fascina y nos lleva de la mano a ese otro lugar más esencial, más espiritual, un faro en el tiempo que se repite y perdura sibilina en nuestra vida. Los cafés en lo real, la luna en lo esencial, la sombra y la luz, lo visible y lo oculto, lo posible y lo imposible, lo próximo y lo inalcanzable.

Miguel F. Martín  2010

 

Epílogo de la Obra

En los establecimientos que se relacionan a continuación se han escrito gran parte de los poemas del presente libro, o si bien no, en ellos se han tomado las notas previas que acabarían centrando la obra poética. Algunos ya han desaparecido, otros siguen albergando  espacios y gentes en su memoria o en su día a día.  Todos ellos, con la fuerza de la costumbre y el tiempo, han dejado rastros para escribir,  historias breves o indicios de lo vivido, detalles de lo insignificante o cotidiano, en definitiva,  la vida que transcurre sin más importancia que el propio devenir.

 

Cafetería Mathiu’s (Barcelona)
Cafetería Sants Beer (Barcelona)
Bar Zurich (Barcelona)
Coctelería El Paraigües (Barcelona)
El Raco de Sants (Barcelona)
Caelum (Barcelona)
Philippus (Barcelona – desaparecido)
Restaurante VIPs (Barcelona – desaparecido)
Pizzería Caleros (Barcelona)
Cafetería La Molinada (Pallejà)
Cafetería La Rambleta (Pallejà)
Cafetería Major 9 (Pallejà)