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Del poemario En los cafés de la luna

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Donde persisten los azules

Inhóspito hielo. Líquido abismo. Profundidad.
Sólido movimiento que segmenta helado,
el espacio sibilino de libertad emergida.

Poder. Magnitud. Quilla de buque alado.
Devorador faro insensible al firmamento,
que culmina espectral en la dura tiniebla.

Pasto de soles y cuajados aires atemporales,
de escarchadas e inusuales lenguas de rocío.
Caóticos acopios de torsos sin nombre,
en terrones de grumosas nubes marmoleas.

Y esa calma, desoladora, aislada y álgida,
regentada por los cianes inmarcesibles,
por los azulinos nimbos de la indiferencia,
arañando la solitud del iceberg continente.

En la raíz cristalina reverbera un coloso,
esmeraldino, sin órganos ni miembros.
Índigos temblores en caras de porcelana
batiendo en las heridas sus venas nevadas.

Estelas invisibles del gélido brío incoloro,
en lánguido tránsito de argucias congeladas.
Que extravagantes y volubles singularidades,
vulnerando los piélagos en su errática traza.

¿Quién persiste en el yermo viaje oceánico
donde se perfilan los horizontes extraños?
¿Quién se ausenta de los pétreos baluartes
al sesgar el estruendo de un tajo la brecha?

Escollos flotantes de filigranas entumecidas,
en vidriosos ángulos de garza refulgencia.
Crepitan las velas blancas de frio enarboladas,
en roncas bocanadas de esquirlas punzantes.

Vertiginosas luces pugnan en auroras boreales,
y cubren de irisadas cornisas sus voces estelares.
Sobre las atalayas de jaspe el sueño inesperado,
en antártico astro ó ártica penumbra y viceversa.

Zarcos mundos nonatos que a veces se subliman,
anclados a las lenguas serenas que los confieren.
Y como un resuello incorpóreo que preconiza,
impregnan, con su cromática ida, las sombras.

Cuarteados relieves vibran en plisadas olas,
fundiendo enjambres de espejismos y reflejos.
Licuados relojes cristalinos que se extinguen,
y ultiman, gota a gota, el tiempo y la memoria.

¿Quién no advierte ese otro cosmos tan simple
donde los hielos solo son agua sobre el agua?
¿Quién no advierte ese otro cosmos tan humilde
donde lo simple se asemeja a lo imposible?

Nunca nada en la muerte se heló tan sublime,
como en la postrera agonía de los témpanos.
Es allí donde vierten su circunstancia y perecen,
aunque en el mar persistan deshechos los azules.

Miguel F. Martín

Capítulo -Natural presencia [Breve de lo inabarcable]

Editorial - Atlantis (2011)

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