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Fotografía actual: imagen vs realidad

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Artículo de opinión sobre el purismo en la fotografía y su relación con el Arte (año 2020)

La realidad no es más que el reflejo de la percepción subjetiva de los elementos a través de los sentidos. La imagen fotográfica es un puente entre dicha realidad, ausente, y el sujeto último que observa. Opino pues, que el arte de la fotografía no radica en la mera plasmación fidedigna de dicha imagen, sino en la recreación, a través de los elementos disponibles, técnica, arte y realidad, de las sensaciones que se desprenden del objeto fotografiado. La conjunción, en su justa medida, de esos tres factores crean, en su forma más objetiva, una buena fotografía.

En cuanto al receptor, fin último de esta forma de comunicación, imperan otros estímulos adicionales mucho más subjetivos; los recuerdos, la relación directa con la imagen, los sueños, los deseos, la sorpresa… y un sinfín de aportaciones personales que forman parte de su cultura o experiencia. Es pues un lenguaje complejo que se inicia con el simple click de una cámara fotográfica.

Para los puristas de lo real diré que lo familiar resulta aceptable en contraposición a lo inédito o novedoso. Es solo una manifestación de la costumbre. La fotografía en blanco y negro, tan popular en los primeros tiempos, ha perdurado como pilar artístico de la imagen siendo uno de los tratamientos más alejados de lo fidedigno. Recordemos que todo el proceso fotográfico, tanto el clásico como el digital, desde la cámara al papel, no es más que una sucesión de intermediarios tecnológicos cada uno de los cuales aporta sus variaciones. Mil cámaras, mil revelados, un millón de resultados distintos… ¿Cuál es el bueno?

Es muy importante destacar, en esta pequeña disertación, que se ha incluido la palabra arte y eso implica la intervención directa del fotógrafo en todo el proceso de ejecución y toma de decisiones, incluyendo, como factor ineludible, su visión personal de la toma y el camino hacia la obra final. La fotografía documental, periodística o científica, por ejemplo, tienen un objetivo muy distinto en cuanto al resultado; se intenta emular la realidad como objeto de información. Las técnicas fotográficas de captación, en el trabajo de campo, juegan con elementos totalmente ajenos a la realidad de nuestros sentidos; uno de ellos, quizá el más evidente, sea el tiempo. Cualquier motivo en movimiento fotografiado a velocidades lentas o muy altas, puede ofrecer resultados que no existen en nuestra realidad sensorial; y todas estas imágenes son aceptadas sin problema por el más purista de los fotógrafos. Por el contrario, si jugamos con la luz fuera del espectro visible por el ojo, ya entraríamos, para muchos, en el retoque fotográfico. ¿Dónde está pues el límite?

Durante bastantes años me he interrogado sobre esta cuestión, básicamente porque en la fotografía paisajística hay mucha controversia con respecto al límite del ajuste o el uso del retoque fotográfico. Esto ha provocado, en cierta medida, una contradicción entre mi gusto personal por el resultado final de las imágenes y aquello que debía obtener para que no fueran tachadas de poco ortodoxas o “retocadas” como se suele decir. Debate, por otro lado, un tanto absurdo, si comparamos lo que se dice con los trabajos ganadores de los concursos o las imágenes más valoradas de unos u otros fotógrafos reconocidos.

La conclusión de toda esta amalgama de moralidad, honestidad y discursos, es que finalmente se valora lo que gusta y sorprende, lo que hace imaginar y despierta sensaciones, lo que impacta y conmueve, en resumen, todo lo más cercano al arte y alejado de las normas de corrección sin sentido y sin objetivo. No vale ser técnicamente impecable si el resultado es insulso y vacío. No hay que olvidar que lo que se muestra no es más que un papel manchado de tinta que debe proporcionar sensaciones más allá de lo material. Por poner un ejemplo práctico: si en un paisaje concreto lo sublime eran los colores de su luz, quizá estos deban ser potenciados respecto de los originales para que produzcan una sensación parecida a la que se observó en la captura; la realidad era un paisaje envolvente y la fotografía un espacio de dimensiones limitadas, por eso debemos compensar con otros elementos.

El camino, como reflexión final, debe ser único para cada fotógrafo y seguir su instinto por encima de todas las convenciones. El éxito o el fracaso de cada obra no se rige por las normas sino por el lugar inmaterial al que consigamos llevar a quien la observe. La técnica es una necesidad, las facultades personales un don, el arte un riesgo y el conjunto de las tres las herramientas para generar una emoción, fin último de toda creación artística.

© 2020 Miguel F. Martín

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